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ARTÍCULOS DE OPINIÓN

Periodismo sin protección

Ayer tuve mi primer orgasmo, periodístico claro. La vida privada me la guardo, no vaya a ser que me la quieran robar, los orgasmos digo. Me di cuenta de que el Periodismo, así, en mayúsculas, no es lo mío.

Con sus zapatillas deportivas de color rojo chillón, su camisa de cuadros y sus vaqueros o jeans como diría Cayetana Álvarez a la que yo no perdonaría jamás por semejante pretenciosidad, se presenta Jesús Nieto delante de mis narices hablando de chorizos.

Ropa pintoresca de un personaje pintoresco. Pintoresca también, con tintes deprimentes, es la conclusión que extraigo del día de hoy: soy mediocre. No destaco ni por bien ni por mal, sino todo lo contrario. Una pena.

¿Mi objetivo en la vida? Hoy lo tengo más claro que ayer, después de haber alcanzado el orgasmo ya solo me queda una cosa: comprar el cerdo más robusto, darle las bellotas más brillantes y sazonarlo con el pimentón más colorado que exista sobre la faz de la tierra. ¿El fin? Fabricar el chorizo más sabroso y al mismo tiempo indigesto que haya pasado jamás por el estómago de Chicote.

Un primer bocado jugosito y rebosante de colesterol, del malo, como la leche. Empieza la fabricación. Tengo la mala hostia, el cerdo, el pimentón, pero falta un ingrediente; encargar unos cojones como barcos para juntarlos con mis majestuosos ovarios y engendrar al hijo pródigo.

Dice Nieto, que no tiene abuelo, que hable de mi vida y que pise, hasta desgastarla, la figura de cualquier soplaflautas, y digo soplaflautas no por discriminar, sino por concretar. ¡Ah! Y que no me vaya por las ramas, esas cosas que tienen los árboles en su parte superior y que sostienen las hojas ¡Mierda! Estoy siendo demasiado informativa y esto es opinión, no una noticia…

Así que nada, sin ánimo de lucro, quiero decir, de parecer pedante. Hoy aún no he hecho la lista de la compra y, aprovechando que las obscenidades están a la orden del día, se me ha olvidado masturbarme, una pena que mi día termine sin orgasmos. Cada vez me parezco más al publicista de Valor que todavía no ha descubierto en qué consiste el placer adulto.

¿Es el hombre bueno por naturaleza?

La ficción nos convirtió en seres mecánicos. Pensamos en cifras. En muerte. En pecados. En cifras de pecados que matan. La violencia se aprende desde la infancia, en los videojuegos, en las películas. Conocemos el daño pero no el motivo. Ni nos interesa. Son pocas las veces que nos paramos a pensar en la tuerca que está mal colocada en la cabeza del criminal. Son pocas las veces en las que la empatía se pone de parte del culpable. Son pocas las veces en las que nos planteamos si lo que hay detrás de una mente enferma está causado por una sociedad enferma.

“Los medios de información desinforman” como dijo el gran Eduardo Galeano. Dentro del televisor se ven solo los pies de una realidad mucho más amplia. Los horrores se literalizan. El telón se abre y comienza la función. No vemos el horror como algo horroroso, nos han acostumbrado. Nos sentamos a cenar frente a una matanza de 50 niños en cualquier país en guerra y no nos afecta. Nos despertamos escuchando la muerte de una mujer en manos de su marido maltratador y nos dormimos oyendo que el agujero de la capa de ozono es cada vez más grande por causa de nuestras basuras innecesarias pero nos da igual, por un oído nos entra y por el otro nos sale. Nos hemos acostumbrado tanto a recibir este tipo de estímulos que ni siquiera somos capaces de generar respuestas.

“O esto es una gilipollez o es una genialidad”, lo mismo puede pasarnos a todos con cada cosa que hacemos, nadie se habría imaginado que pintar un lienzo entero de un color podría ser arte, sin embargo, hoy sabemos que no es solo arte sino que se valora en unos tantos de millones de euros, incluso más de lo que cuesta comprar una isla o un plato de comida para todos los habitantes de un país africano, lo que me lleva a pensar que el mundo tiene mucho más de gilipollez que de genialidad.

“El crimen es el síntoma de una sociedad enferma” y los medios se hacen eco de ello, son el principal escaparate del capitalismo y contribuyen al consumismo hipnotizados por estímulos conductistas, que tienen lo mismo de conducta que de subordinación. El mundo se ha globalizado, o eso es lo que nos hacen creer, la globalización se utiliza como herramienta para vender la igualdad cumpliendo una función ideológica. Pero lo cierto es que ha desvinculado a las personas de su identidad regional y ha deshumanizado los medios, que sólo piensan en audiencias, y en la manera de tratar la información más que en la información misma. Es el mundo convertido en egoísmo puro, sin pureza y con demasiado ego.

¿Es el hombre bueno por naturaleza, o es la naturaleza buena por el hombre? Ni una cosa ni la otra. Si Roseau levantara la cabeza se disculparía al ver en qué nos hemos convertido, aunque tal como vamos no creo que nadie agradeciera las disculpas, la pantalla del móvil nos impide ver más allá de la ficción en la que nos han involucrado y si lo lográramos necesitaríamos unas lentillas para mirar con perspectiva, porque no hay cosa que más cegue que la propia estupidez humana.

Vuelve pronto
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